La primera lectura muestra la actitud de un pueblo soberbio, que no confía en Dios. Los hijos de Israel murmuraron contra Moisés, murmuran de la acción de Dios. Añorar el pasado, es vivir anclado a una historia sin remedio, ni actualización; el pasado es un impedimento para ver la acción de Dios que nos acompaña en cada momento y nunca desampara.
¿Qué significa tener fe? La fe no se mide por la simple celebración del bautismo, la fe es la acción de confiar sin medida en Dios, en su Palabra, en sus promesas. Esta primera lectura es la invitación a no tener un corazón soberbio, que anhela someter el actuar de Dios a la voluntad humana, la invitación es siempre reconocer que Dios obra en nuestra historia, aun así, que nosotros nublados por nuestro orgullo, no lo veamos o creamos… ¡Dios actúa!
Superar nuestro pasado, es mirar con alegría lo que ha de venir, lo que hemos de ser. ¿Cuál es el miedo a separarnos de lo viejo y actualizar nuestro esquema de vida? ¡Despojarse! Es decirle sí a Cristo y empezar a ¡Vivir de verdad! Cristo hace nuevas todas las cosas sin aferrarnos a lo que tenemos, vivir en libertad es vivir sin ataduras, despojarse de los anclajes sin sentido. ¡Vivir una nueva vida, en aquel que hace nuevas todas las cosas!
El Evangelio de Juan interroga fuertemente: ¿Crees solo porque comes pan hasta saciarte? ¿Crees solo porque ves signos? Jesús manifiesta dos realidades dadas por el mérito del trabajo: el pan de la tierra y el Pan del cielo. Hoy y para siempre hemos de recordar, que el trabajo es necesario para satisfacer nuestras necesidades, sin embargo, ello no debe ser el centro de nuestra vida, nosotros trabajamos por el pan que nos da la vida eterna. Este pan que da la vida eterna, lo es todo, este pan es Cristo mismo, que nos alimenta con su cuerpo y con su sangre, este Pan es la Eucaristía. Cautivemos en la Santa Eucaristía toda nuestra atención, no existe otro camino para llegar al Cielo que Cristo mismo, presente, vivo y real en este Santo Sacramento, de ahí que Jesús mismo enfatiza que Él es el Pan de Vida: “El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”.