Hoy comienza el Adviento, un tiempo especial para mirar al horizonte con ilusión, porque Dios cumple sus promesas. Él se hace cercano, como uno de nosotros asume nuestra naturaleza, para recordarnos que no estamos solos. El tiempo de Adviento es tiempo de renovar la esperanza, esa fuerza que nos impulsa a creer que, pase lo que pase, siempre hay un nuevo amanecer.
Pero la esperanza no es algo que solo sintamos; es algo que construimos. ¿Cómo podemos vivirla cada día? Primero, cuidemos de los que tenemos cerca: una visita al abuelo que hace tiempo no vemos, un saludo sincero al vecino, o simplemente escuchar al que necesita desahogarse. La esperanza crece cuando nos hacemos presentes en la vida de otros.
Segundo, busquemos momentos para orar y dar gracias. Al comenzar el día, levantemos la mirada y pidamos a Dios que guíe nuestros pasos. Al anochecer, hagamos un pequeño repaso y preguntemos: ¿hoy fui motivo de alegría para alguien? Estas prácticas nos ayudarán a mantener viva la conexión con Dios y con los demás, siempre iluminados por la Palabra de Dios.
Por último, no dejemos que las preocupaciones nos roben la alegría. Jesús nos invita a “levantar la cabeza” pues nuestra liberación está cerca. En este Adviento, seamos creativos: adornemos nuestras casas con sencillez y fe, encendamos velas que representen nuestra esperanza, y recordemos que cada gesto de amor, por pequeño que sea, es un ladrillo en la construcción de ese Reino de justicia y paz que Jesús viene a traer. ¡Que este Jubileo nos inspire a ser sembradores de esperanza en cada rincón de nuestra vida!