Este domingo, el Evangelio nos presenta un momento clave en la vida de Jesús: su primera predicación pública en la sinagoga de Nazaret, según el relato de Lucas. Jesús toma un pasaje del profeta Isaías y dice algo impactante: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras no solo definen su misión, sino que nos invitan a reflexionar sobre cómo la salvación sigue siendo actual y cercana a cada uno de nosotros.

El Evangelio de Lucas nos muestra a Jesús como alguien profundamente conectado con las Escrituras y con la realidad de su tiempo. No habla de algo lejano o abstracto, sino de un mensaje que transforma vidas. Jesús lee un pasaje que habla de esperanza: anunciar la Buena Noticia a los pobres, liberar a los cautivos, devolver la vista a los ciegos y liberar a los oprimidos. Después, declara que esas palabras se están cumpliendo en ese mismo momento.

Este “hoy” es una invitación para nosotros también. La Palabra de Dios no es solo un texto antiguo; es una luz para nuestra vida actual. Nos llama a abrir los ojos y el corazón para ver cómo Dios sigue actuando en nuestro mundo.

Es significativo que Jesús comience su misión hablando de los pobres, los oprimidos y los que sufren. Su mensaje no es solo espiritual, sino también profundamente humano. Los pobres no son solo aquellos que carecen de dinero, sino también quienes enfrentan soledad, injusticia o cualquier forma de sufrimiento. Jesús nos enseña que el amor de Dios llega primero a quienes más lo necesitan.

Como cristianos, este mensaje nos desafía. ¿Estamos atentos a las necesidades de los demás? ¿Somos capaces de tender la mano a quienes están pasando por momentos difíciles? La Buena Noticia no se queda en palabras; nos llama a actuar con amor y solidaridad.

En la segunda lectura de hoy, San Pablo nos habla de la comunidad cristiana como un cuerpo. Cada persona es como un miembro del cuerpo: único e importante. Aunque tenemos diferentes talentos y responsabilidades, todos somos necesarios y estamos llamados a trabajar juntos por el bien común.

Esta imagen nos recuerda que en la Iglesia, nadie está de más. Todos podemos aportar algo, desde nuestra oración hasta nuestras acciones concretas. Trabajar unidos, como lo hicieron el sacerdote Esdras y Nehemías en la primera lectura, es clave para fortalecer nuestra fe y ayudar a los demás.

Cuando Jesús dice “Hoy se cumple esta Escritura”, no está hablando solo de su tiempo, sino también del nuestro. Cada vez que escuchamos la Palabra de Dios, tenemos la oportunidad de permitir que transforme nuestra vida. ¿Cómo podemos vivir este “hoy” en nuestras comunidades, familias y trabajos? Jesús nos invita a ser portadores de esperanza, a compartir su amor con quienes más lo necesitan y a confiar en que Dios sigue actuando en nuestra historia.

Este domingo, reflexionemos sobre cómo la Palabra de Dios puede transformar nuestra vida y la de quienes nos rodean. Pidamos al Señor que nos ayude a ser más generosos, atentos a los necesitados y unidos como comunidad. Que nuestra fe no sea solo palabras, sino acciones concretas que reflejen el amor de Dios.

“Tus palabras, Señor, son espíritu y vida” (Salmo 18).

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