DOMINGO DE RAMOS – Homilía

Iniciamos Semana Santa, y qué bueno que sea para todos la oportunidad para reiniciar nuestro camino de fe, para renovarnos. Que sea ocasión para que tantos hermanos que insisten en el camino de la violencia como forma de alcanzar la paz y la justicia social, se inspiren en Jesús de Nazaret .
domingoRamosNzrn

Tunja, 10 de abril de 2022

HOMILIA EN LA MISA DE DOMINGO DE RAMOS

MONSEÑOR GABRIEL ÁNGEL VILLA VAHOS

ARZOBISPO DE TUNJA

Dos grandes elementos se distinguen en la liturgia de hoy: la entrada de Jesús a Jerusalén y, dentro de la Eucaristía, la solemne lectura de la pasión del Señor. Con esta celebración entramos en la Semana Santa o semana mayor. No es la mayor porque sus días sean más largos, o como se dice en algunos ambientes, porque es “el puente más largo del año”. No, para un creyente, esta no es una temporada de vacaciones, en estos días recordamos que Dios ha hecho cosas admirables y nosotros nos congregamos en actitud de fe para darle gracias.

Hemos recorrido las calles recordando el Hosanna y el Bendito con que Jesús fue aclamado al entrar en Jerusalén. El Hosanna que literalmente es un grito que quiere decir “sálvanos”, se había convertido en una aclamación al Mesías que habría de liberar al pueblo. El Bendito el que viene, es un grito propio de la entronización de un rey descendiente de David. Hosanna, Bendito el que viene seguimos repitiendo en nuestra Eucaristía antes de la consagración. Jesús muestra simbólicamente cuál será el mesianismo que va a inaugurar: entrará montado en un borrico, significando normalidad, abajamiento y deseos de paz, y no montando un caballo que en aquel entonces significaba supremacía y poder guerrero. Éste que entra a Jerusalén es el Mesías, el Salvador, cuyo reino es vida, justicia, verdad, perdón, reconciliación, servicio, amor y paz.

Es admirable la fe de los sencillos, de los pobres, de los humildes. Nadie ha hecho una campaña para que lo reciban y acojan, no ha hecho componendas ni comprado votos. No había redes sociales para promocionar sus cualidades ni para denigrar y descalificar a sus opositores. Es el Espíritu Santo el que los impulsa para que salgan a recibirlo. Es la alegría de Dios. Se dan cuenta de que es el Mesías esperado. Entonces responden con toda la gratitud de un corazón noble.

En muchas oportunidades quisieron proclamarlo rey pero él no lo permitió, por una parte porque no había llegado su Hora y de otro lado, lo que querían era hacerlo jefe de un poder político. Pero ahora cuando no hay espadas sino ramas de olivo, cuando no hay soldados sino niños y gente sencilla, cuando no hay caballos ni carros de guerra, sino un burrito, Jesús se deja aclamar como el Bendito, el que viene en el hombre del Señor.  El Padre lo ungió para anunciar el evangelio, para curar los enfermos, para proclamar el año de gracia del Señor. Jesús entra no para proponerse como candidato o inaugurar un mandato político sino para salvar, para cumplir la misión que el Padre le encomienda.

Jesús va lleno de paz, de libertad, de fuerza. Viviendo aquello para lo que ha venido para dar la vida, la libertad. Libertad para conducir su vida, para asumir su muerte, para cumplir su misión. Con esta conmemoración de la entrada de Jesús a Jerusalén, proclamado rey-Mesías por los humildes y sencillos, iniciamos nuestra Semana Mayor, la Semana Santa. Nos aprestamos para vivir una nueva normalidad, y en ella conmemorar, y mejor, actualizar los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Mesías Salvador. Las lecturas proclamadas quieren ponernos de una vez en camino y en sintonía de lo que serán estos días de esta gran semana espiritual: contemplar y meditar este acontecimiento redentor.

El pasaje de Isaías nos ha mostrado al siervo sufriente.  Puede referirse al profeta mismo, o al pueblo de Israel, o al grupo de israelitas más conscientes y fieles. La tradición cristiana ha visto desde siempre en ellos el anuncio del estilo del mesianismo de Jesús. Es el Padre Dios quien le ayuda a soportar insultos y escupitajos, y por eso no se rinde, no se echa atrás.  Ese siervo sufriente retrata a Jesús, el Mesías, camino del calvario. 

El orante del salmo describe la difícil situación que lo rodea y acude al auxilio del Señor, porque él no ha desamparado a su pueblo ni a quien se apoya en él. Este salmo parece un ultimátum de un inocente perseguido, quien a pesar de todo no invoca castigo para sus enemigos. Leído en el contexto de la Pasión, impresiona cómo ese inocente perseguido se hace realidad en Jesús, quien en la cruz clama al Padre diciendo: Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado.

El texto de la carta a los Filipenses, nos revela, cómo Jesús que tiene la condición divina, hace lo contrario de Adán, quien quiso ser como Dios. Jesús se despoja de su rango, para asumir la debilidad de la condición humana, y en la condición humana se hace obediente (absolutamente fiel) a lo que Dios es (amor). Por este hecho es proclamado como el Señor. Jesucristo es el Señor.

La pasión según san Lucas nos presenta el desenlace de la vida de Jesús: lo que ha dicho y ha hecho, lo que ha vivido. No se ha comprendido su mensaje de amor y de servicio y por eso injustamente es condenado. Es la permanente situación del ser humano, nos cuesta reconocer el paso de Dios por nuestras vidas.

Iniciamos Semana Santa, y qué bueno que sea para todos la oportunidad para reiniciar nuestro camino de fe, para renovarnos. Que sea ocasión para que tantos hermanos que insisten en el camino de la violencia como forma de alcanzar la paz y la justicia social, se inspiren en Jesús de Nazaret quien renunció a todas las formas de violencia, a las ansias de poder y en cambio nos señaló el camino del servicio, el respeto, el perdón y lo sintetizó todo en que tratemos a los demás como queremos que nos traten.

Colombia sigue sufriendo los rigores de la violencia. Hay muchos signos de muerte: homicidios, desplazamientos, chantajes, extorsiones, minas antipersonales. Este no es el camino que nos ha señalado el Maestro, este no es el método que nos ha dejado Jesús. ¿Cuándo lo podremos entender?

Estamos, con la ayuda de Dios saliendo de una pesadilla, llamada coronavirus, pero debemos ser prudentes y evitar situaciones que nos lleven a una nueva crisis. Si el Señor ha permitido que en estos dos últimos años hayamos pasado por momentos difíciles, lo ideal es que recojamos las mejores enseñanzas para nuestra vida. Es que el coronavirus nos ha despertado bruscamente del peligro mayor que siempre hemos corrido los individuos y la humanidad: el del delirio de omnipotencia. Ha bastado el más pequeño y deforme elemento de la naturaleza, un virus, para recordarnos que somos mortales, que la potencia militar y la tecnología no bastan para salvarnos. «El hombre en la prosperidad no comprende. Somos muy frágiles pero nos falta humildad para reconocerlo. Ha salido a la luz la fragilidad, la vulnerabilidad y la pequeñez humana.

¿Qué lecciones para nosotros, aquí y ahora, celebrando esta Semana Santa 2022?  El orgullo no se vence con soberbia, sino con humildad; la violencia no se vence con más violencia, sino con perdón y reconciliación; la maledicencia no se vence criticando a los demás sino dialogando, a veces callando. El fastidio y el olvido de Dios no se vencen fustigando y odiando a los demás, sino orando.

Quizás tendremos que adoptar una vida más sencilla, quizás sea un llamado para pensar más en los demás. Si sabemos aprovechar positivamente esta dura experiencia que hemos vivido, valoraremos más la presencia física de nuestros seres queridos y descubriremos que actividades tan cotidianas como salir al parque o desplazarnos para ir a trabajar, organizar un partido de fútbol, compartir unas onces con los vecinos, hacen parte del milagro diario de vivir.

No nos queda otra opción que reconocer que dependemos del otro, incluso del que considerábamos más pequeño, para poder sobrevivir. Sí, necesitamos del campesino, del zapatero, del peluquero, del panadero, del médico, del profesor, del sacerdote, del taxista, del conductor y el albañil. Todos nos necesitamos. Todos en la misma barca.

Este es un tiempo para crecer en espíritu de servicio y solidaridad con los más necesitados, para entender, como nos lo enseñó el Señor, que quien quiera ser el más importante debe hacerse el último y servidor de todos. Con Cristo, reinar es servir. Como creyentes, la oración y el servicio silencioso serán nuestras armas vencedoras.

Como nos ha exhortado el Santo Padre, no debemos desaprovechar esta ocasión. No hagamos que tanto dolor, tantos muertos, tanto compromiso heroico por parte de los agentes sanitarios haya sido en vano. Esta es la «recesión» que más debemos temer. Ojalá una vez pasada esta tormenta, no seamos los mismos y que podamos “reencontrar la vida que nos espera, mirar a aquellos que nos reclaman, potenciar, el espíritu fraterno y de solidaridad”. 

Muchas gracias a quienes han decidido participar hoy de esta celebración y no se fueron a las playas, balnearios u otros sitios de diversión. De la mano de María, madre de Dios y madre nuestra, la Virgen del Milagro y de la mano de san José, nos ponemos en camino en esta nueva Semana Santa camino a la pascua. Amén.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *