HOMILÍA – MISA EN LA CENA DEL SEÑOR
Monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos
Arzobispo de Tunja
Tunja, 14 de abril de 2022
“Hagan esto en conmemoración mía”. Hoy es un día muy grande para nosotros, cristianos católicos. Iniciamos el triduo pascual, actualizamos los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Este triduo, tiene su comienzo con la celebración de la pasión del Señor alrededor de la cena pascual, la que Jesús quiso celebrar con sus discípulos. Hoy actualizamos el modo como nuestro Señor Jesucristo ha querido que se perpetúe en la Iglesia su entrega por la humanidad. Lo que celebramos hoy y en cada Eucaristía no es un mero recuerdo, una mera representación, sino la actualización del acontecimiento redentor de Jesucristo.
Para comprender mejor el significado de esta celebración en este día, la liturgia de la Iglesia nos propone tres bellas y significativas lecturas con un salmo de respuesta. Veamos y profundicemos:
En la primera lectura tomada del libro del Éxodo se indican la fecha de la pascua judía, las condiciones del cordero y de la comunidad, pero ante todo el mandato del memorial. La celebración de la pascua judía, perteneciente a la Antigua Alianza, es anuncio de lo que será la pascua y cena de la Nueva Alianza. Esa pascua judía está cargada de espiritualidad, es una llamada a la unidad y a la solidaridad, a la vida de familia, por encima de los individualismos egoístas.
El Salmo que hemos proclamado prolonga la acción de gracias –en griego Eucaristía- por las maravillas que ha realizado el Señor. Al proclamarlo nosotros hoy, manifestamos la alegría y el agradecimiento por haber sido liberados por entero del pecado, de la muerte, de la ley. Es la reconciliación definitiva otorgada por el Señor y actualizada en la Eucaristía.
La segunda lectura, tomada de la Carta de san Pablo a los Corintios, el apóstol transmite lo que ha recibido, en el que es el relato más antiguo acerca de la institución de la Eucaristía. Pablo ha recibido las primeras catequesis de labios de los que habían vivido los acontecimientos de la vida de Jesús y, pone en alerta a los fieles de Corinto para no desviar ni corromper esa tradición. Pablo no relata la institución de la cena del Señor como un episodio más del ministerio de Jesús, sino como el acontecimiento que une el pasado (la muerte del Señor) con el presente (el Señor vive) y lo proyecta al futuro (el encuentro definitivo con el Señor cuando Él vuelva). Es destacable la fórmula la “nueva alianza que se sella con mi sangre”, que nos indica que la antigua alianza, la alianza hecha con el pueblo judío ha sido superada, que se constituye el nuevo Pueblo de Dios y que nosotros, sí nosotros, comenzamos a pertenecer a este pueblo de la Nueva Alianza que subsiste en la Iglesia católica. La Iglesia al celebrar la Eucaristía hace presente la muerte del Señor, su entrega personal que es fuente de salvación para quien se une a Él y al mismo tiempo es una llamada a vivir como él vivió.
En el Evangelio encontramos un gesto simbólico muy fuerte, con el que Jesús hace presente lo que ha significado toda su vida, de un modo especial, lo que significará su próxima muerte. “Los amó hasta el extremo”, es la frase que resume lo que será su culminación en la cruz y su por qué. La complicada discusión con Pedro muestra una vez más las dificultades de los discípulos para entender y asimilar el camino y la propuesta de Jesús. Pedro no entiende que Jesús ha venido a ser servidor y a enseñar a sus discípulos a serlo. Pedro como otros, sigue esperando en Jesús un Mesías poderoso, victorioso por la fuerza y no entiende que su maestro ejerza un oficio de esclavo, al inclinarse a lavar los pies. Pedro y los demás compañeros, comprenderán todo esto más tarde, en la resurrección y con la recepción del Espíritu Santo.
En el Jueves Santo los cristianos católicos agradecemos al Señor tres grandes regalos: La Eucaristía, el sacerdocio ministerial y el mandato del amor como distintivo del discípulo.
La Eucaristía. Eucaristía significa acción de gracias. Es acción de gracias de la Iglesia que reconoce en Jesús el rostro de la misericordia del Padre y al celebrarla agradece su entrega generosa por la salvación de todos. Le Eucaristía no es un mero recuerdo. Es la actualización del misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor, hasta que él vuelva.
Los católicos debemos hacer un mayor esfuerzo por comprender y valorar en su verdadera dimensión el significado profundo de la Eucaristía. Esta comprensión y valoración nos ayudaría a no ver la Eucaristía como una imposición de “ir a Misa los domingos y fiesta de guarda”, sino como una oportunidad para mostrar la gratitud al Señor por el amor con que nos ha amado. Ir a Misa, no debería depender del estado de ánimo en que nos encontramos: algunos dicen “yo voy a Misa cuando me siento bien, o cuando me nace”. Sería preferible hacerlo porque queremos encontrarnos con quien nos amó hasta el extremo, para agradecer el don de la vida, del trabajo, la familia, los amigos. En la Santa Misa el Señor nos sirve el banquete de la Palabra y el banquete de la Eucaristía. Cuantas veces nos puede pasar que venimos a la Eucaristía a esperar que se acabe, incluso, venimos condicionados, presionados por el reloj, por un compromiso social. Cada Eucaristía es la pascua de Cristo, la fiesta de la vida y de la salvación. Ella debería ser siempre para nosotros una fiesta memorable, y no una reunión aburrida y monótona.
El segundo regalo es la institución del sacerdocio ministerial. El jueves santo es un día para dar gracias a Dios por el don, el regalo del sacerdocio. Para confeccionar la Eucaristía, Cristo previó la institución del sacerdocio ministerial. Al pedirles “Hagan esto en conmemoración mía” instituyó sacerdotes a sus discípulos. Hoy es un día para agradecer al Señor por el sacerdote que nos hizo hijos de Dios por el baño bautismal, por aquel sacerdote que en nombre de Dios, nos ha devuelto la paz y la reconciliación en el sacramento de la confesión, por aquel sacerdote que nos dio por primera vez la comunión y los que nos siguen alimentando con la Eucaristía. Por aquel que presenció la unión matrimonial, aquellos que han asistido a nuestros familiares en el lecho del dolor mediante la unción de los enfermos, en fin, por aquel que ha despedido a nuestro seres queridos en la misa exequial. El ministerio sacerdotal no siempre es comprendido. Es verdad que algunos han perdido el rumbo y han escandalizado, pero también hay muchos dedicados a ejercer su ministerio con esmero y rectitud. En los últimos tiempos muchos tratan de desprestigiar y sobredimensionar cualquier error para hacer quedar mal a la Iglesia. Hoy pedimos a todos nuestros fieles incrementar la oración por la santificación de sus sacerdotes.
El tercer regalo, el mandamiento del amor. Es el distintivo del discípulo de Jesús: “en esto reconocerán que son discípulos míos si se aman los unos a los otros como yo los he amado”. Quien ama ha cumplido la ley entera, dice el apóstol.
Es indispensable comprender el amor desde la perspectiva de Jesús, como entrega, donación total, superación de egoísmos. Es la capacidad de salir de sí para ponerse al servicio de los demás. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Y Jesús lo ha cumplido con hechos. ¿Cómo podrás demostrar que has aprendido el amor de Jesús, que sabes algo del amor que él nos enseñó? Como dice la canción: “cuando demuestras paciencia, cuando sabes servir, cuando perdonas de corazón, sabes algo del amor. Cuando en las cosas no buscas, nunca tu propio interés, cuando te entregas de corazón, sabes algo del amor. Cuando sufres y luchas por defender la verdad, cuando repartes hasta tu pan, sabes algo del amor. Cuando no envidias ni ofendes, cuando sabes tolerar, cuando sonríes y brindas paz, sabes algo del amor”.
Eucaristía, sacerdocio y mandato del amor, tres regalos de valor infinito que nos pide a nosotros respuesta de continua gratitud.
Como católicos fervientes, lamentamos que nuestra sociedad contemporánea, con variadas y agresivas propuestas, quiera desviar y distraer a los pueblos tradicionalmente creyentes para que se desvinculen de sus compromisos religiosos durante la Semana Santa. Para estos días abundan los paquetes vacacionales a playas y sitios turísticos, programaciones de circos, teatro, programación futbolera y muchas ofertas más. No quiero decir que éstas sean cosas malas, el cuerpo también merece el reposo, el regocijo y el descanso. Pero, ¿por qué más ofertas en Semana santa? Se ha malentendido aquello de que Colombia es un país laico. Entre otras cosas, en la Constitución la palabra laico como tal no aparece, manifiesta sí que respeta todas las creencias y permite la libertad de cultos. De modo que país laico no significa país ateo, sino respetuoso de las diferentes creencias con sus manifestaciones cultuales.
Refiriéndose a otra celebración cristiana nuestra, decía el Papa Francisco: “la mundanidad nos ha robado la navidad, hay que liberarla”. Parafraseando, podríamos decir, “la mundanidad nos quiere robar la Semana Santa y hay que protegerla”. A todos ustedes muchas gracias y bendiciones del Señor por preferir estar aquí celebrando este acontecimiento de amor y fe.
La Cena celebrada por Jesús ocurre en un ambiente familiar, de comunión, así la concibe Jesús. Semana Santa es oportunidad para el reencuentro de muchas familias. Muchos tunjanos y boyacenses retornan por estos días a su terruño para encontrarse con sus familias. Qué bueno que este reencuentro sea también para revivir la vida de fe, para participar en familia en las celebraciones litúrgicas propias de estos días.
Necesitamos familias formadas en la escuela de Jesús, que vivan el amor, en actitud de servicio, de entrega, de respeto mutuo, de comunión. Necesitamos familias que se reúnan en torno a la Eucaristía, que participen de la Eucaristía cada domingo, y de esta celebración obtengan la fuerza para continuar sus luchas de cada día. Familias que infundan auténticos valores inspirados en Jesús y su mandamiento del amor. Sólo con familias así, podremos atender al llamado de una Iglesia sinodal, en la que caminamos juntos, haciendo posible la instauración del Reino de Dios. Sólo con familias constituidas como iglesias domésticas podremos construir un país más equitativo y podremos derrotar el cáncer de la corrupción, que tanto daño nos sigue haciendo. Todos debemos hacer un esfuerzo para que los valores espirituales que han distinguido a los boyacenses y tunjanos sigan siendo importantes para las nuevas generaciones. Es un llamado a los padres de familia para que sigan fortaleciendo la vida espiritual de sus hijos.
Que María la Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, primer Sagrario donde se posó Jesús, interceda por todos nosotros para que acojamos con gratitud estos regalos que el Señor nos ha entregado el jueves Santo: la Eucaristía, el Sacerdocio, el mandato nuevo del amor. Continuemos nuestra Eucaristía en la que acatamos el mandato del Señor: “Hagan esto en conmemoración mía”. Amén.